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Gobierno del estado sin brújula

Gobierno del estado sin brújula

NÉSTOR YURI SÁNCHEZ

La ola de calor de invierno golpeó fuerte a la primavera oaxaqueña. En este momento, el gobierno estatal se nota rebasado, molesto, fastidiado. Están muy lejos de ser lo que por años gritaron por las calles, reivindicadores, pero se han convertido en una mala copia de lo que combatieron.

Una sucesión de hechos ha demostrado en apenas una semana que Oaxaca tiene un gobierno ausente, ajeno e indiferente, una postura que contrasta con el discurso de sus años en las calles haciendo protestas y marchas. Incendios forestales, marchas, bloqueos y una brutal crisis de escasez de agua como nunca en la historia de la ciudad son algunos de los hechos con los que no pueden lidiar.

Ciertamente fue en las calles en las que quienes hoy gobiernan Oaxaca lograron su máxima notoriedad. Las demandas sonaban legítimas, la gente necesitaba un cambio ante un sistema emanado de la Revolución que se hallaba exhausto, rebasado por la realidad e incapaz de ofrecer soluciones para un México hambriento de justicia, igualdad, oportunidad para todos, democracia y combate a la corrupción generalizada de la clase política y contagiada a los grandes empresarios.

Quienes hoy gobiernan caminaron en paralelo a revueltas y revoluciones en la América Latina de los años 70 y 80, así como de sus filósofos más críticos, como Enrique Dussel o Eduardo Galeano, pero caminaron por inercia, por copiar lo que otros hacían, con la luz ajena con que otros iluminaron el camino porque estos que ejercen el poder ahora no la tienen propia, nunca la tuvieron; leyeron, pero no comprendieron, se quedaron anclados a las viejas formas del siglo pasado y nos quieren regresar a ellas, a la presidencia imperial y los gobernadores virreyes con el control y disposición del presupuesto a su antojo.

En aquellos años 70 en que todavía la Revolución Cubana llenaba de esperanza el corazón de millones de jóvenes, que la música de protesta de manera clandestina pero abrumadora llegaba a todos los oídos y que las corrientes artísticas se volcaban en su apoyo se tejían sueños y soluciones para un mundo mejor. Eso repitieron ellos aquí. Apenas en 2006 trataron de hacernos creer en una revuelta popular cuando solo se trató de una revuelta sindical. Ofrecieron mucho y, en apenas un poco más de un año ya se dieron cuenta que poco podrán cumplir.

Las estructuras que pretendieron derrumbar siguen ahí, pero encabezadas por otros. De los grandes hacendados del pasado pasamos a los mafiosos líderes sindicales del presente, esos que lideran sindicatos que equivalen a los viejos gremios de los años de la Colonia y que tenían un gran poder. La explotación y la injusticia persisten, pero solo cambiamos de explotador. Antes fue el odiado dueño de haciendas y fábricas, ahora es una burocracia dorada que a través de leyes, reglamentos e impuestos exprimen al ciudadano a cambio de nulos servicios, como lo es el caso del aseo público o la entrega de agua de manera oportuna. Pidieron en las calles el poder y la oportunidad. Ya lo tienen, pero no saben qué hacer con él.

Como evangelistas que recorrieron las calles repartiendo volantes en mercados y transporte público tratando de despertar a la gente. Hoy viajan en primera clase, se hospedan en hoteles de lujo y posan para presumir sus fotos en las redes sociales mientras un voraz incendio acaba con cientos de hectáreas de cerros y con la vida de cinco comuneros que, con lo que tenían puesto, acudieron al llamado para sumar fuerzas con sus compañeros.

Hay prioridades. Y nos lo hicieron ver. El mitin de su candidata jaló más fuerte que un par de carretas. Ridículo y obsceno que el presidente municipal de Oaxaca haya ido con todo y calenda, usando a una auténtica expresión de nuestra cultura como sinónimo de servilismo y abyección. Otros políticos, incluidos los reciente chapulines tránsfugas, orgullosos de mostrarse felices por las calles de la Ciudad de los Palacios mientras el fuego, el caos y el desorden se extendían por los valles de Oaxaca.

Una imagen quedará en la memoria colectiva. Un grupo de mujeres indígenas de Quiaviní, vestidas con sus ropas y enredos de faena, calzadas con huaraches, subiendo en fila india cargando en sus hombros el agua y los alimentos que subirían a los cerros para alimentar a los hombres que luchaban contra las llamas. Esa imagen es un enorme homenaje para la mujer oaxaqueña y un fuerte golpe para estos que dicen ser los más feministas de la historia. Esos botes de agua y alimentos que con el sudor de su esfuerzo llevaron era también producto del esfuerzo y sudor de quienes los donaron.

¿Cómo reaccionó el gobierno? Culpando a los medios.

Olvidan que a los medios les deben mucho y hoy la 4T, arrogante, les paga con desdén e indiferencia a quienes por años cubrieron sus actividades, que abrieron sus páginas a sus voces disidentes y los ayudaron a ser aceptados por la gente. Ahora los condenan porque no soportan la crítica.

nestoryuri@yahoo.com