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PLUMAS INVITADAS

Principios, normas y valores de la política V Cipriano Flores Cruz

El político debe aprender que existe una pluralidad de verdades, la verdad del político es su propia vida, sin embargo, debe centrarse en cuatro verdades, según la filosofía oriental,  para desempeñar con honorabilidad y eficacia cualquier cargo de la función pública o del Estado.

La primera verdad consiste en tener un entendimiento correcto de las cosas. Qué falta hace que los políticos tengan un entendimiento correcto de sus tareas públicas. No es solo entender sino entender correctamente. El principio político es hacer las cosas correctas y correctamente.

Entender adecuadamente la realidad, atenerse a ella, es obligación del político moderno. A diferencia de las demás profesiones, la responsabilidad del político es grande. En sus manos está un pueblo, una nación, miles y millones de seres humanos. No se puede ser irresponsable de no entender las cosas correctamente.

Para esto se necesita trabajar la inteligencia, estudiar constantemente, ser disciplinado en el estudio de las ciencias, prepararse constantemente, la capacidad de aprendizaje del político es inmensa, sin embargo, la realidad es que las librerías y las bibliotecas lloran la ausencia de los políticos, desde luego, existen excepciones.

La segunda verdad para los políticos es que siempre deben tener intención correcta en el desempeño del cargo público. La buena intención siempre tiene relación con el bienestar público o con el bien público. La buena intención tiene que ver entonces con la felicidad de la población a quien se sirve.

La mala intención se subsume a la preeminencia del interés particular sobre el interés público. Siempre habrá mala intención del político cuando desvía los recursos públicos para un bien personal, sea de él mismo, para su familia, para amigos, para el partido o para el jefe superior.

No hay que confundir la mala intención, que se hace a sabiendas, con la intención que se realiza por ignorancia, sin embargo, ambas son perjudiciales para el interés público. Desde luego, las intenciones tienen que ver con el logro de los fines, con malas intenciones, regularmente, no se alcanzan.

La tercera verdad que debe asumir el político es tener modos correctos de subsistencia. La moderación en los bienes materiales de parte del político habla bien de él ante los ciudadanos. Los excesos en los medios de subsistencia no son justificables, de ninguna manera, para los llamados servidores públicos.

Vivir con moderación, en la medianía republicana del que hablaba el gran Juárez, desde luego, llegar a la ética franciscana es una exageración. Es necesario recordar que los hombres de empresas de capital pueden vivir de lujo puesto que es su dinero, en cambio, el servidor público no es de él, es de todos. Tiene derecho a una remuneración justa por su trabajo, desde luego, no debe ser por cargo, sino por responsabilidad.

Gusta más la acción política y administrativa por pulcritud, honestidad, capacidad, responsabilidad, que por austeridad que a la postre daña el buen desempeño de la administración pública.

La cuarta verdad consiste en tener creencias y prácticas que deben ser compromisos con un estilo de vida y camino de liberación. En verdad, el servicio público y la labor del político es una vocación. La política es una vocación que se hace oficio en la práctica.

Servir a la gente es un honor que implica responsabilidad, capacidad, buen entendimiento, buenas intenciones, actuar con pulcritud, con esmero, con un estilo de vida que merezca respeto de los demás.

La política es el camino adecuado para la realización personal, por eso, cuando la política nos aleje por diversas circunstancias, después de un largo camino, con donaire uno voltee hacia el pasado, después de haber vivido intensamente la política, vale decir, con una fe en el porvenir y con orgullo por el pasado: como dijo el poeta, debemos de confesar que hemos vivido.