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El fuero y el circo

 

Por: Fernando Cruz López

 

Como todo México fue testigo, en la arena legislativa de San Lázaro se presentó el viejo espectáculo de las complicidades. Esta vez, con el exfutbolista y actual diputado federal Cuauhtémoc Blanco, como protagonista y beneficiario de una jugada parlamentaria que tuvo más de blindaje político que de legalidad procesal.

 

El Congreso federal, esa instancia donde supuestamente se revisan cuentas, se fiscalizan gestiones y se rinde cuentas al pueblo, protagonizo otro capítulo vergonzoso al congelar el proceso de desafuero contra Blanco. ¿El motivo? Un repentino y sospechoso bloque entre diputados de Morena y del PRI que terminó protegiendo a quien enfrenta acusaciones por intentar violar a su media hermana, siendo gobernador de Morelos.

 

El mensaje es claro: en el Congreso de la autollamada transformación, no llegaron todas con Sheinbaum, ni todas las reformas ni todos los principios. Lo que sí llegó intacta fue la red de impunidad que ha sabido reciclarse sexenio tras sexenio. El supuesto nuevo régimen le sigue apostando a la lógica del cálculo electoral por encima de la ética política.

 

Cuauhtémoc Blanco no es un liderazgo intocable, ni un funcionario ejemplar. Su gestión en Morelos ha estado marcada por el desorden, la opacidad y los señalamientos constantes de corrupción. Que hoy se mantenga blindado no es un triunfo legal, es una victoria de la complicidad disfrazada de institucionalidad.

 

Pero el fondo de este asunto va más allá del personaje. Lo que preocupa es el pacto estructural entre partidos que deberían estar en oposición, pero que coinciden cuando se trata de proteger a uno de los suyos. Es el reflejo más claro de que en México no siempre gobiernan las mayorías, sino los acuerdos en lo oscurito.

 

Con este episodio, Morena pierde autoridad moral frente al electorado que creyó en el discurso de cambio. El PRI confirma que sigue sabiendo cómo moverse entre pasillos y favores. Y Cuauhtémoc Blanco, lejos de responder ante la justicia, sigue cantando gozando del manto protector que le da Morena y sus aliados.

 

El Congreso no es un tribunal, pero sí debería ser un filtro ético. Hoy, quedó demostrado que sigue siendo un circo de complicidades, donde la justicia se negocia, el fuero se prostituye y el pueblo, como siempre, queda en las gradas mirando cómo los poderosos se tapan unos a otros.